Confederaciones Andaluzas

En la colección de manuscritos de Don Luis de Salazar y Castro se encuentra la copia de uno, obtenida en el Archivo del Marqués de Priego, en el que se demuestra que Andalucía estuvo regida por una confederación de señores feudales en una de las fases del período de crisis que sucede al reinado de los Reyes Católicos. El documento la presenta en los términos siguientes: “Confederación que hicieron los cinco grandes Señores de Andalucía, arzobispo de Sevilla (Fray Diego Deza), duque de Medina Sidonia (Juan de Guzmán III), conde de Cabra (Juan Téllez Girón), conde de Ureña y Pedro Fernández (I marqués de Priego), para la gobernación de dicho reino a la muerte de Felipe I ‘el Hermoso’” (Real Academia de la Historia, Índice de la Colección de don Luis de Salazar y Castro, Tomo XXV, K-37, 40.447). Se trata, posiblemente, de la primera experiencia de autonomía política de Andalucía, provocada por la primera gran crisis del Estado absoluto español, que había iniciado su formación, rudimentariamente, con la unión dinástica de los reinos de Castilla y Aragón. Asimismo, se presenta como una reacción de los grandes poderes andaluces, que se confederan, o coaligan, para preservar el orden feudal, en tanto se restablezca el Estado. Lo original y significativo del hecho, y lo que lo distingue de la multitud de pactos entre señores andaluces que se había producido en las anteriores etapas de anarquía castellana y de luchas intestinas, es que, por primera vez, se trata, en primer lugar, de una liga entre las potencias feudales del Sur, que realmente son esos cinco grandes Señores, y en segundo lugar, de una voluntad política de abarcar la totalidad de Andalucía.
La segunda Confederación andaluza de carácter feudal es la “confederación asentada por los procuradores y villas de Andalucía en servicio del emperador Carlos V, firmada en la villa cordobesa de La Rambla, en 1521” (en ídem K-37, 40.457, folios 209 a 221). Se trata de la reacción de ciudades y villas ante la nueva crisis, continuación de la anterior, del Estado absoluto español al desencadenarse la Guerra de las Comunidades.

El movimiento insurreccional andaluz de Agosto de 1835, clave en la revolución burguesa española, va a dar lugar, durante los dos meses siguientes, a la tercera y más importante confederación andaluza de los tiempos modernos y contemporáneos. Declaradas autónomas todas las provincias de Andalucía, y constituida en cada capital una Junta de Gobierno, frente al Gobierno central y contra el Ministro Toreno, surge en Córdoba la iniciativa, el 29 de Agosto, de “constituir una Junta Superior de Gobierno para todas las provincias meridionales, compuesta de Diputados de todas ellas… El punto de reunión de la Junta (central) – se añade- fuera bueno que no fuese ninguna de las capitales. Andújar quizá sería la localidad más oportuna”, puesto que se trataba fundamentalmente de poner en marcha un ejército contra Madrid y el carlismo (“Boletín Oficial de la provincia de Córdoba”, número 240, lunes 31 de Agosto de 1835). El 9 de Septiembre, la Junta de Sevilla da cuerpo a esa idea, proponiendo que se reúnan en Andújar “dos Diputados de cada una de las Juntas creadas desde Sierra Morena hasta las columnas de Hércules, y éste sea el Gobierno de nuestra federación”. Se añade que “la ocupación exclusiva de la Junta de Andújar será la creación de una fuerza de todas las armas que no baje de 16.000 hombres, repartidos entre todas las provincias de Andalucía”, y se señalan los cupos correspondientes a cada una (Ídem, nº 254, domingo 13 de Septiembre de 1835). Se trata, por tanto, de una confederación de ciudades libres, de carácter militar, con el órgano característico de la Confederación, que es la “Dieta” o Asamblea de representantes de cada una de las entidades confederadas. La Junta Central de Andújar se constituyó el 3 de Octubre, bajo la presidencia del Conde de Donadio, y lo hizo saber mediante un Manifiesto que comienza así: “Andaluces, la Junta Central, compuesta de los respectivos representantes del las Juntas de Gobierno que forman la federación de Andalucía, acaba de instalarse en esta ciudad. Al dirigiros por primera vez su voz no puede ocultar la grata emoción que siente viendo la indisoluble unidad que ofrece el pueblo Andaluz…” (Ídem, nº 278, miércoles 7 de Octubre de 1835). La confederación consiguió sus fines. Se creó “el Ejército de Andalucía”, que al mando de Villapadierna derrotó a la división del general Latre en La Mancha, sin apenas entrar en combate, y provocó con ello el fin del gobierno de Toreno y la consolidación de Mendizábal en el poder, tras lo cual se disolvió.
Ese tipo de confederación fue lo que faltó al movimiento cantonal de 1873, para enfrentarse militarmente y en campo abierto al Ejército enviado por Madrid, con posibilidades de éxito, como ya observó Engels (Marx-Engels, “Revolución en España”, edic. cit., pág. 207).
Está, por tanto, más que justificado el interés de Blas Infante por la Junta de Andújar, en cuanto fue el primer y único embrión de Gobierno andaluz realmente organizado en los dos últimos siglos. Y antes, fue para los federales de Pi y Margall un verdadero paradigma. En “Las Nacionalidades”, se resalta el fenómeno (pag. 236, edic. cit.). Y para Vera y González, el más completo historiador del federalismo español, “La Junta de Andujar, representante de la federación de las ocho provincias andaluzas (cometió) error gravísimo al acordar disolverse” (op. Cit., Tomo I, pág. 112). He estudiado con más extensión los hechos andaluces de 1835 en “Andalucía. Reconstrucción de una identidad y la lucha contra el centralismo”. Editorial Anagrama, colección Ibérica, Barcelona, 1978.
Fuente: ACOSTA SÁNCHEZ, José, La Constitución de Antequera. Estudio Teórico-crítico. Democracia, Federalismo y Andalucismo en la España Contemporánea, Fundación Blas Infante, Sevilla, 1983, Nota 241 (Texto íntegro)
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