En la pasada Feria del Libro de Sevilla se presentó un cuaderno o comic divulgativo titulado Blas Infante. Una vida, un destino, editado por el Centro de Estudios Andaluces de la Consejería de la Presidencia de la Junta de Andalucía, con guión y textos de Editorial Jirones de Azul SL.. Sobre su contenido, no es nuestra intención entrar en cuestiones ideológicas –a pesar de que el texto silencia aspectos centrales del significado del “padre de la patria andaluza”-, y mucho menos discutir sobre su estética o sus ilustraciones, pero sí nos parece necesario opinar sobre lo inadecuado de que una institución pública edite y pague una obra en la que se cometen, además de faltas de ortografía (como en las páginas 1, 3, 15 y 27), numerosos y graves errores históricos.
Entre estos, hay algunos que, benévolamente, podrían ser calificados de menores, como comerse una s en el segundo apellido de don Blas (pág. 1); o presentar una ilustración con la estación de tren de Casares, cuando la localidad nunca ha tenido ferrocarril (pág. 1); o el baile de algunas fechas (pág. 17) y el orden de algunos acontecimientos (pág. 26-27); o la atribución de una disputa con Blas Infante al andalucista Antonio Ariza (pág. 10), cuando en realidad fue con Antonio Albendín; o que entre los ambientes intelectuales que frecuentó Infante en Sevilla se contara, supuestamente, el Círculo de Labradores (pág. 7); o que fuera nombrado, en 1936, Presidente de la Junta Regional (pág. 28), cuando en realidad lo fue de la Junta Regional Pro-Estatuto…
Junto a estos “deslices”, también encontramos otros errores aún más graves, como la fecha de comienzo de la dictadura de Primo de Rivera, que es situada en 1922 y no en 1923 (pág. 24); que Companys fuera encarcelado por proclamar el Estado Catalán durante esa dictadura y no en la Segunda República (pág. 28); o que las Juntas Liberalistas de Andalucía se presentaran a las elecciones de 1931 (pág. 26), cuando jamás concurrieron a ningun comicio.
Por otra parte, el texto tiene también problemas que parecen reflejar algunos tics poco saludables: a los galleguistas con los que entró en contacto Blas Infante se les define como “idealistas” (?) y no como nacionalistas (pág. 26); apenas se explican las razones de la presentación a las elecciones de 1919 ni se comparan los votos conseguidos con los de las otras candidaturas; y vuelve a utilizarse la expresión franquista de que “estalló la guerra civil” (como si del accidente de una fábrica de cohetes se tratara) en lugar de decir, llanamente, que se produjo un golpe de estado militar-fascista, uno de cuyos resultados fue el asesinato de Infante. Para explicar este, se dice que fue “detenido por unos falangistas”… Como es bien sabido, su muerte fue ordenada por las autoridades golpistas, y lo fue, como puede leerse en la sentencia emitida varios años después, por ser nacionalista andaluz y por ser revolucionario. ¿Por qué no se dice claramente esto?
El que se trate de una obra con intención divulgativa y dirigida especialmente a los más jóvenes no puede ser excusa para esta multitud de fallos, errores y silenciamientos. Divulgar no es vulgarizar y mucho menos tratar de forma descuidada o sectaria los datos. Precisamente, para divulgar hay que tener una preparación y conocimientos que echamos en falta en los autores del cuaderno. Demandamos, sobre todo a las instancias oficiales y paraoficiales, rigurosidad y respeto en el tratamiento de nuestra historia y, en concreto, de Blas Infante: un símbolo de la lucha de Andalucía por su liberación tan manoseado como falsificado. Y una cosa más. Al contrario de lo que se afirma en el título, Infante no tenía un destino. Lo que sí tuvo fue un ideal, Andalucía y su liberación, por el que luchó toda su vida, que fue truncada por los enemigos de Andalucía y de la democracia, que lo asesinaron.
Isidoro Moreno, Catedrático de Antropología de la Universidad de Sevilla
Joaquín Recio, Editor
Jesús Vergara, Llicenciado en Historia