Guión mecanografiado de una charla de Enrique Iniesta para jaleo!!! en el Ateneo Tierra y Libertad de Sevilla en febrero de 2008:
Todo partido nacionalista pretende representar a la vez a todo el pueblo. Una pasión inútil siempre. Pero cuando la sociedad acusa el conflicto inevitable entre sus clases y entre las soluciones propuestas, el objetivo, cada patria, es compartido por adversarios y los factores fracasan en la búsqueda.
Infante intentó con la “Junta Liberalista” resolver a favor del intento común –el bien andaluz- por medio de lo que llamó “la doble militancia”. Intentaba armonizar dos lealtades. En casos contradictorios por su naturaleza o por la disciplina impuesta desde uno de los polos decisorios, vencía la lealtad más sentida o más exigible. Los datos enfrentados de tipo social, religioso, económico, decisiones entre proteccionismo o liberalismo comercial, tensaban constantemente la conciencia liberalista –andalucista- del que pertenecía simultáneamente a un partido.
La práctica mostró que en la vida política diaria esa militancia dividida y tan contradictoria era llevadera con más o menos problema, pero resultaba impracticable organizar cualquier opción electoral a partir de la Junta Liberalista con su duplicidad militante. Venía a concitar las dificultades de los “frentes populares” y las derivadas de las llamadas “plataformas” entre provenientes de políticas activas. El heredero de Infante, el Andalucismo de hoy, sufre otro tanto para que las reclamaciones andaluzas sigan sonando. El mismo Infante aguantó en su carne esta contradicción cuando cinco andalucistas a la vez de cierto partido, le negaron su ayuda en propia defensa al ser acusado de conspiración en las Cortes del 31. Lo cuenta en su libro sobre el llamado “complot de Tablada”. El andalucismo intentaba la unidad impracticable entre gente muy aislada y creativa en las esquinas de más de 80.000 kms. cuadrados sin comunicación, enfrentados socialmente y hasta 61 ciudades de 20.000 habitantes… Las magnitudes dificultan los propósitos.
¿Hoy? Los datos económico-sociales, proporcionalmente persisten. Andalucía es la penúltima región española en el Índice de Bienestar Social y, también, es máximo su españolismo. No debiera permitirse que la emoción ingenua del patriota crédulo facilitara el timo. (Madrid nos tiene calados).
Un recuento honrado serio de la Historia atestigua que los años dorados de España siempre coincidían con la libertad de las Españas. El Rey San Fernando lo era de 8 reinos, los Católicos de 19, Carlos I de 35 y 20 lenguas, Carlos III de 33 y un “etcétera” (“Hispaniarum et Indiarum Rex”), Carlos IV fue Rey de 24 reinos, su hijo Fernando de 22, Isabel II alternaba su título de “Hispaniarum et Indiarum Regina” y “Reina de España”, la I República se constituía de una “nación” (“España”) y 17 “estados” (sic). El primer “Rey de España”, titulado así constitucionalmente, lo fue Alfonso XII. En su primer viaje real fuera de Madrid, el 30 de septiembre de 1978, p. 7 de “El Adelantado de Segovia”, Don Juan Carlos se tituló a sí mismo “Rey de Valencia”. “Rey de Sevilla” fue llamado por el alcalde Rojas Marcos cuando el Rey inauguró la “Expo”, en el 92.
Si los hombres magníficos que tanto cedieron el la Transición, son mal heredados por esta falta de inteligencia entre los actuales líderes y la ausencia de generosidad con todos los demás, pueden Andalucía y España disolverse como un azucarillo.
Ninguno de los enfrentamientos estatutarios actuales puede ser visto como heredero de aquello que mató a nuestros abuelos hace setenta años. Esto es otra esperanza. Los nuevos son nuevos. Como los tiempos y los sueños. Con sus viejos odios remontados y muy tristes revanchas, los viejos al rincón mejor de nuestras casas.
Enrique Iniesta Coullaut-V.
(Nota: lo marcado en rojo representa las correcciones manuscritas que Iniesta hizo sobre el papel en el mismo color)